Esta mañana ha ido Daniel al hospital con su padre, a su revisión bimensual. La última vez el médico me había dicho que teníamos que esperar los resultados, que estarían al cabo de unas horas y que sería mejor no esperar por ellos. Al final salió la analítica, un hemograma normal, y sólo falta el análisis de los reticulocitos. Pero la sorpresa llegó cuando Pedro me dijo que le iban a retirar el reservorio dentro de unos quince días, me entraron escalofríos y unas ganas de llorar enormes, no sé si era nerviosismo o era la emoción de que todo llegaba a su fin. Me corté porque estaba a punto de regresar a casa desde el trabajo con una compañera y no era plan parar el coche para echar unas lagrimitas.
Ya tenía asumido que esto iba para rato, que hasta que no le retiraran el reservorio, ese dispositivo que tiene implantado bajo la piel del pecho y unido a un catéter que va a una vena para facilitar la administración de la quimioterapia y la extracción de sangre para las analíticas. La sorpresa ha sido tal que no me lo podía creer y sigo sin creérmelo del todo. A partir de ahora las analíticas de control son más espaciadas, la próxima la tiene a finales de abril, lo malo para Dani es que tendrán que pincharle en el brazo, tendrá que acostumbrarse; seguro que lo hace pronto.
También reconozco que me intranquiliza algo, como cuando salió la primera vez del hospital y nos dijeron que estaría mejor en casa, como cuando dijeron que había una remisión completa y espaciaron las analíticas de control, como cuando veía cualquier señal de alarma (un golpe morado, una manchita que no estaba allí la noche anterior, un lunar que me parece que crece, etc. etc.). La que tiene que acostumbrarse a esta nueva situación también soy yo, me temo que a mi me costará más que a mi bichito.
También reconozco que me intranquiliza algo, como cuando salió la primera vez del hospital y nos dijeron que estaría mejor en casa, como cuando dijeron que había una remisión completa y espaciaron las analíticas de control, como cuando veía cualquier señal de alarma (un golpe morado, una manchita que no estaba allí la noche anterior, un lunar que me parece que crece, etc. etc.). La que tiene que acostumbrarse a esta nueva situación también soy yo, me temo que a mi me costará más que a mi bichito.